domingo, 30 de diciembre de 2012


Hoy lo escribo,
el dia termina, 
más allá de mi cuarto el domingo arde.
Cuesta abrir los ojos en la fiebre del día. 
El ayer dejó un poema, 
hoy mi voz lo canta. 

En esta parte se presenta el invierno 
que es un espejismo, una nostalgia. 

El aire que respiro es indolente a la luz
así que permanezco a la sombra. 
Para maldecir recuerdo una palabra 
traída de la infancia. 

No digo mi nombre ,
como olvidar mi cara en el espejo 
y como mi pan sin gloria 
sobre esta mesa satisfecha. 
Lo que soy reclama lo que escribo, 
lo que hoy digo ha terminado ayer 
y sus palabras dan cuenta de mí 
desde hace tiempo.

El silencio es elocuente
y es el último recurso: 
fruto maduro del escapista, 
ángel y demonio de su nada. 
Pero sin ser dueño absoluto de mi final
no puedo obedecer al silencio, 
debo continuar en la batalla 
pero la noche de mis ojos nace 
como nace del sol el verdadero odio. 
En mi cuarto 
la monotonía es un ventilador que no descansa.
Consagrado al conjuro 

me celebro y me canto 
y me aburro terriblemente.

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